Viviendo con Zika – La historia de una familia salvadoreña | World Mosquito Program Skip to main content

Sobre el occidente de la carretera El Litoral, con una temperatura que sobrepasa los 30° C, específicamente en el cantón Metalío, existe una senda muy verde y con basta vegetación donde habita una familia que rebosa de hospitalidad y alegría.

Dentro de esta casa vive Silvia, una joven madre de 26 años, que solía trabajar en una tienda cercana antes de ser madre y cuya motivación más grande en su vida es Francisca o “la pulgarcito” como le dice de cariño la hermana de Silvia.

“Escuchar el llanto de mi bebé fue lo más lindo que me pudo pasar en la vida” . Francisca, su hija, fue diagnosticada en 2016 con síndrome congénito de Zika. La mayoría de los doctores le comentaban que su bebé no tenía ninguna esperanza de vida, incluso algunos le mencionaban que ni siquiera iba a escucharla llorar al nacer debido a la condición de salud.

Entre el 2015-2016, El Salvador enfrentó un brote de virus del Zika. Durante estos años, según el Boletín Epidemiológico SE 52 del Ministerio de Salud, se registró un total 11,434 de las cuales Silvia fue una de las 358 mujeres embarazadas reportadas.

Tras la aceptación sobre la condición de salud de Francisca, Silvia se llenó de valor y aceptó su embarazo como su compromiso de la vida. Durante esta etapa, su pareja fue fundamental en el apoyo físico y psicológico al igual que su familia.

“Ella nos unió y nos sigue uniendo bastante. Mi pareja, su familia y mi familia le dan todo el amor, no es discriminada y todas la tratan super bien, de hecho, mi papá dice que es su nieta favorita”.

Silvia se siente orgullosa de todo lo que ha avanzado su hija: “Su cabecita era muy pequeña a los seis meses y no crecía, pero ahora ha crecido y todos se admiran de verla, incluso cuando interactúan, ella siempre está feliz. Me llena mucho de alegría cuando me dice: ¡Que hermosa está tu bebé!”.

¿Su mayor esperanza? Ver a Francisca caminar, feliz. Para lograrlo, Silvia aplica el sentimiento más grande del mundo: el amor de madre. 

“Desde que nos levantamos, le doy de comer y empezamos a pasar tiempo juntas, bailamos, cantamos, trato de hacerle su terapia completa todos los días, y ella es la que más disfruta porque es feliz ”.  La terapia consiste en 40 minutos de estiramiento de piernas, movimientos con la pelota que le ayudan a relajar los músculos de Francisca. 

A pesar de lo sucedido, Silvia considera que, en la actualidad, la mayoría de las personas de su comunidad no son consientes del riesgo que puede provocar un mosquito transmisor del Zika, sobretodo porque en sus casas, las condiciones son escenarios perfectos para los mosquitos debido a los constantes estancamientos de agua y clima. 

En 2016, Metalío contaba con promotores de salud y médicos en la zona, quienes compartían información sobre los riesgos del Zika -algo nuevo  para la población- y cómo prevenir ser infectados. 

El Ministerio de Salud de El Salvador, desde entonces, ha hecho un esfuerzo notable para combatir las enfermedades transmitidas por los mosquitos, como el dengue, Chikungunya y malaria.

"Nos enfocamos en tres actividades específicas: control de vectores (fumigación), educación (pláticas sobre el uso del condón, repelentes y mosquiteros) y atención directa a casos sospechos y reportados" comenta la Doctora Cecilia Díaz, del Ministerio de Salud. 

En 2021, se cuenta con un registro de 39 casos sospechosos de Zika (62% menos del total de casos en 2020) lo cual puede significar una disminución de casos por la adopción de las buenas prácticas de salud para la prevención del virus o la falta de reporte de casos por la pandemia del COVID-19.

Francisca
 

Lo que es seguro es que el Zika es capaz de cambiar las vidas de las personas. 

"Mi hija me ha demostrado que es muy valiente" asegura Silvia, cuya lucha de su hija para sobrevivir la ha hecho más fuerte y la inspira a terminar sus estudios de fisioterapeuta.

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